¡Has conseguido la victoria! Después de muchas penurias, te has logrado deshacer de esa afección conocida como acné… pero antes de dormirte en tus laureles, debes tratar tus heridas y marcas de guerra, para que no quede ni un solo rastro del tan despreciado enemigo, o sea, debes usar un tratamiento cicatrices acné para sellar el último paso del proceso.
En la sala de espera, antes de entrar al consultorio, rememoras el camino recorrido y los inicios de esta cruzada. Como siempre, empezó a principios de la adolescencia, etapa en la que todos han oído hablar de esta condición, muchos lo han padecido, pero saber que era inevitable no te ofreció ningún consuelo cuando esa mañana lo viste en el espejo.
¡Un grano! Y ojalá hubiera sido solo uno, pero no… creció, expandió y conquistó, volviendo tu rostro su cruel dominio y gobernándolo con puño de hierro.
Los médicos te explicaron como en la piel hay cientos de esos pequeños agujeros llamados poros, de donde salen, los vellos corporales, el sebo y el sudor. ¡Todos con tareas muy importantes para mantenerte sano! Pero a veces, las glándulas sebáceas producen más de lo necesario, obstruyendo el poro y creando el ambiente perfecto para bacterias oportunistas, y para colmo, la misma presión interna sella la entrada, agravando la situación.
Nadie sabe los orígenes de tamaña aflicción, pero se han identificado factores tan diversos como la genética, humedad atmosférica, maltratos de la epidermis, hormonas y maquillaje de base grasosa. Sin importar lo difícil de la afección, los tratamientos deben responder. Desde las cremas exfoliantes hasta tomar un poco de sol, el aseo delicado de la dermis y los antibióticos, todos se unen para vencer este mal común.
Y las cicatrices… esos vestigios de batallas sin cuartel, formadas cuando los abscesos, espinillas y barros fueron erradicados sin piedad, y en venganza dejaron su marca, para siempre.
O eso creíamos… la ciencia actual ha desarrollado ingeniosas tácticas, resumidas en que, si se remueve la capa afectada, nueva dermis brotará y restaurará la lozanía perdida, ya sea por calor del láser, la fricción de la lija o el filo del bisturí. ¿Sabes qué? cuando oigas tu nombre y entres a la cámara del encuentro final, emergerás victorioso y sin mancha, más adulto y capaz que el jovencito que empezó esta travesía.